El castillo de Peles, en Sinaia (Rumanía) está considerado uno de los más bellos del mundo.
Quizá uno de los destinos más sugerentes cuando uno viaja a Rumanía sea acudir al reclamo de la verdísima y montañosísima región de Transilvania, cuna del famoso Conde Drácula. Aunque está figura no deja de ser una creación literaria del escritor Irlandés Bram Stoker, el personaje de Drácula está inspirado en una figura real que vivió en la Rumanía del Siglo XV (antes Valaquia), el Príncipe Vlad III Drăculea, más conocido como ‘Tepes’, El empalador.
Aunque no era conde, ni tampoco vampiro, lo que sí que es cierto es que este personaje fue capaz de mantener aterrorizado a todos sus contemporáneos con el mero hecho de pronunciar su nombre. Para hacerse una idea de las aficiones de este ‘héroe nacional’ rumano, solo hay que decir que disfrutaba ensartando en una estaca de madera a todo aquel que osara contrariarle. El empalamiento es una de las muertes más lentas y sanguinarias que se conocen, y Vlad III perfeccionó la técnica hasta límites insospechados. Sus biógrafos dicen que llegó a ejecutar a alrededor de 100.000 personas con este método y que incluso disfrutaba desayunando en plan pic-nic alrededor de las empalizadas donde agonizaban sus desdichados enemigos.
Es normal que con semejante leyenda negra a sus espaldas, poco importe el hecho de si era un hombre murciélago o no, y casi da más miedo pensar que existió una persona de carne y hueso capaz de hacer semejantes carnicerías. La crónica negra vende, y mucho, y quizá porque Stoker situara la acción de su novela en la Transilvania Rumana, concretamente en el Castillo de Bran, éste ha sido tradicionalmente el monumento más visitado de todo el país. Sin embargo nada de lo que cuenta el irlandés en su novela tiene relación real con ese castillo ya que el verdadero Drácula, jamás puso un pie en aquel lugar.
El Castillo de Peles en Sinaia
Aunque no goce de ese halo romántico que otorga una buena historia de vampiros, Rumanía esconde otra joya en forma de Castillo que no debería perderse cualquiera que pase unos días en el país. Se trata del Castillo de Peles, en la localidad de Sinaia, en los Cárpatos. Por disfrutar del enclave natural en sí mismo ya merece la pena la visita. Impresionantes bosques tupidos enmedio del pequeño valle que forma el río Prahova , donde destacan al fondo dos emblemáticas construcciones. Por un lado el monasterio de Sinaia, del que toma nombre la ciudad, y el magnífico Castillo de Peles.
Este Castillo, mandado construir por el emperador Carlos I como residencia de verano a finales del siglo en 1873, y está considerado uno de los más bellos de Europa. Además tuvo el ‘honor’ de ser el primer castillo del mundo con electricidad y ascensor gracias a la pequeña central hidroeléctrica que construyeron junto a él. Su interior es visitable pagando una pequeña entrada y si vamos con tiempo merece la pena entrar y disfrutar de sus suntuosos salones neo-barrocos.
Es curioso el hecho de que con la llegada del comunismo el castillo fue nacionalizado por el gobierno y convertido en museo. Sin embargo en el año 2007, la república reconoció el derecho de su propiedad al Rey Miguel I de Rumanía quién desde entonces volvió a ser su legítimo propietario.
Pese a estar ubicado en una zona montañosa y agreste, la posibilidad de divisar osos y flora tan característica como la famosa Edelweiss, así como su cercanía a la capital y a varias estaciones de ski, hacen que Sinaia sea uno de los lugares turísticos más queridos por los rumanos, tanto en invierno como en verano. Así que no hay problema para encontrar por la zona restaurantes, bares y puestos callejeros donde comer o tomarse una cervecilla a la sombra.
Pese a todo, el mayor descubrimiento gastronómico para mi fue el kurtos kâlacs. Se trata de una especie de rollo de masa de hojaldre que se cocina a la brasa como si se tratara de un kebab al que luego espolvorean por fuera con azucar miel, chocolate o mermeladas de todo tipo. ¡Creo que es uno de los dulces más buenos que he probado en mi vida!
¿Cómo llegar a Sinaia desde Bucarest?
El lugar se encuentra a unos 120 kilómetros de Bucarest con lo que es un plan perfecto para hacer una pequeña excursión de un día y poder huir del caos de la capital Rumana. Aunque nosotros fuimos guiados por nuestro gran amigo Raúl, que vivía allí y nos hizo de excelente anfitrión, no es excesivamente complicado alcanzar esta población moviéndose en transporte público.
La mejor manera de llegar es hacerlo en tren, desde la estación del norte de Bucarest. Salen trenes aproximadamente cada hora pero hay que tener un poco de vista ya que no todos los trenes en Rumanía funcionan igual de bien y son igual de cómodos. La diferencia entre un Inter City y un tren regional puede suponernos una hora extra de viaje en un vagón chirriante sin aire acondicionado. Nosotros compramos el billete en la misma estación, aunque si se va con prisa puede ser mejor idea hacerlo a través de la web oficial de la compañía de ferrocarriles, con lo que te ahorrarás colas y lidiar con la, no siempre dispuesta y eficiente, burocracia administrativa rumana.
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